“¿Y si no me sale bien? ¿Y si me equivoco? ¿Y si me rechazan? ¿Y si mi pareja me deja? ¿Y si me echan del trabajo?”
Probablemente estas preguntas te resulten familiares. Tal vez incluso vivas con ellas rondándote a menudo. Esa sensación de estar atrapado en pensamientos que parecen no tener fin, que te generan angustia y que, lejos de ayudarte a resolver nada, te hacen sentir agotado y sin energía.
A este fenómeno lo llamamos sobrepensamiento u “overthinking”: darle vueltas una y otra vez a escenarios, la mayoría de las veces catastróficos e hipotéticos, con la ilusión de que, si pensamos lo suficiente, podremos anticipar lo que venga y estar preparados para todo.
El problema es que, en realidad, esa estrategia nos atrapa en un bucle de preocupación constante, robándonos calma, descanso y capacidad de disfrutar del ahora, del presente.
¿Por qué le damos vueltas a lo mismo una y otra vez?
El ser humano siempre ha tenido una relación complicada con la incertidumbre. En épocas antiguas, cuando la supervivencia dependía de anticipar peligros, ser precavidos nos salvaba la vida. Pero en el mundo actual, donde rara vez nos enfrentamos a amenazas vitales, este mecanismo se ha convertido en un arma de doble filo.
Nuestra mente trata de protegernos imaginando posibles problemas futuros. Sin embargo, lo que consigue es que vivamos como si esos problemas ya estuvieran ocurriendo. Y lo cierto es que la mayoría de ellos nunca llegan a pasar.
¿Qué pasa cuando sobrepienso?
El sobrepensamiento funciona como un círculo vicioso:
-
Aparece un pensamiento automático (por ejemplo: “¿y si nunca dejo de tener ansiedad?”).
-
Intentamos resolverlo mentalmente, sin éxito.
-
Cuanto más pensamos, más ansiedad sentimos.
-
Esa ansiedad alimenta nuevos pensamientos catastróficos.
Y el bucle continúa.
Preguntas para reflexionar
Para empezar a romper este círculo, puede ayudarte plantearte lo siguiente:
-
¿Cuántas de las cosas que temías realmente ocurrieron?
-
¿Las que ocurrieron fueron tan graves como pensabas?
-
¿Cuántas veces descubriste que, a pesar de todo, sí fuiste capaz de manejar la situación?
-
¿Realmente ha servido de algo pasarte noches enteras dándole vueltas?
Estas preguntas nos devuelven a la realidad: muchas veces sufrimos por problemas que no existen o que no están bajo nuestro control.
¿Cómo diferenciar qué merece mi atención?
Una herramienta sencilla que puedes empezar a usar es hacerte dos preguntas clave:
-
¿El problema es real o es hipotético?
-
Real: está ocurriendo aquí y ahora.
-
Hipotético: aún no ha pasado (y quizá nunca pase).
-
-
¿Es solucionable o no lo es?
-
Si es real y solucionable → pasa a la acción.
-
Si es real y no solucionable → trabaja la aceptación.
-
Si es hipotético (la mayoría de las veces) → suéltalo. No merece robarte la paz.
-
Un paso más allá
Aprender a salir del sobrepensamiento no es sencillo, pero sí posible. Una de las técnicas más efectivas es la defusión cognitiva, que nos enseña a relacionarnos de otra manera con los pensamientos: en lugar de luchar contra ellos o creerlos al pie de la letra, empezamos a verlos como lo que son, simples productos de nuestra mente que no tienen por qué definir nuestra vida.
¿Te suena lo que has leído?
Si sientes que el sobrepensamiento está afectando a tu día a día, quiero recordarte que no tienes por qué enfrentarlo sola. En terapia trabajamos juntos herramientas prácticas para que tu mente deje de ser tu enemiga y puedas recuperar tranquilidad, foco y bienestar.